¿Debemos ser capaces de cultivar las emociones constructivas y diferenciarlas de las disruptivas?
El nacimiento es el primer contacto con la vida, es un momento cargado de emociones. Por primera vez salimos al exterior y tomamos un nuevo contacto con la madre que nos ha llevado en su interior, ahora nos acaricia, nos abraza … todo está lleno de luz, ruidos, nada es automático. Dentro sentimos hambre, fuera recibimos el alimento, en medio la espera, el sufrimiento, el llanto. Espera, dolor, satisfacción, alegría, miedo. La sonrisa social dependerá de nuestra socialización, de nuestra apertura al mundo.
¿Podríamos intentar sentir como fue este primer momento?
¿Qué emociones oímos?
¿Como fue nuestro primer contacto con el entorno social?
Controlar las emociones, el equilibrio entre ellas, conocernos y reconocer nuestro entorno, nos hace ser más conscientes y nos capacita para generar sentimientos que nos facilitan la obtención de conocimientos e incrementa nuestra capacidad de adaptación y la habilidad para regular las emociones en uno mismo y en otros.
Si encaramos el camino, observando y reconociendo las emociones, iremos configurando nuestro mapa emocional. Escuchamos y damos lugar a cada emoción.
Escuchamos esta retahíla de emociones:
Alegría, amargura, querer, empatía, arrepentimiento, celos, rabia, cólera, compasión, confianza, confusión, conmoción, desengaño, desesperación, duelo, envidia, esperanza, ofensa, feliz, honestidad, ilusión, impotencia, indiferencia, indignación, miedo, odio, revelación, placer, resignación, orgullo, venganza, seguridad, culpa, libertad, vacío, ceguera, serenidad, soledad, soledad, sorpresa, vergüenza, desánimo, agradecimiento, ternura, frustración, entusiasmo, enamoramiento, hipocresía, remordimiento, indignación.
En escucharlas, hemos notado que algunas nos son más familiares que las otras y las sentimos como propias, otras nos sobrepasan o se hacen extrañas.
Cada uno de nosotros percibe de manera diferente cada emoción, estas sensaciones son intransferibles.
Unos podemos vivir una emoción como positiva y otros sentir la misma emoción como negativa. Enamorarse por ejemplo, puede ser una emoción que nos hace vibrar, que nos hace sentir vivos, o por el contrario nos hace vulnerables, o nos da sensación de debilidad.
Si cultivamos las emociones positivas, estamos mejorando como personas y hacemos camino hacia la búsqueda de la felicidad que seguramente podremos valorar al final de nuestras vidas.
El optimismo nos ayuda y facilita una vida más plena y serena hacia nosotros, los demás, el universo y todo lo que nos rodea. Nos ayuda a estar de buen humor, una capacidad imprescindible para ser más resilientes.
Es un camino que decidimos. Aferrarnos a las emociones positivas nos hace más coherentes con nosotros mismos.
Sin embargo las emociones existen por alguna razón, tanto las constructivas, como las destructivas. Para entender lo que nos va bien hay que conocer su contrario. Nosotros debemos ser capaces de diferenciarlas y darnos cuenta de qué tendencia tiene nuestro ser para aferrarnos a unas u otras.
Porque a veces necesitamos agarrarse a las emociones negativas que sabemos que nos producen un profundo malestar?
Tenemos conciencia de nuestras emociones, somos capaces de autorregularse, nos motiva a realizar nuestros proyectos, a empatizar con los demás a disfrutar de las relaciones sociales.
Ante las dificultades a qué emociones nos aferramos?
¿Qué buscamos? ¿Qué anhelamos?
¿Vemos el vaso medio lleno o medio vacío?
Muchos autores explican que las emociones se entrenan como se entrena nuestra manera de pensar, de interpretar. No siempre podemos ser tan felices como quisiéramos, pero podemos ser protagonistas de nuestro estado de ánimo.
Las emociones surgen del sistema nervioso de manera espontánea, estas pueden ser positivas o negativas vienen dadas por un estímulo externo o interno y nos producen conductas de reacción automática.
Este sistema nervioso se activa cuando los organismos las personas detectan un peligro, una amenaza, un desequilibrio de la situación percibida o vivida anteriormente.
Aprenderemos a pulir nuestro mapa de emociones, un mapa que se dibuja con las relaciones que establecemos con nosotros, la familia, los amigos, nuestra red de buenos tratos …
Si fomentamos las emociones positivas, aumentarán las sensaciones agradables en nuestro cuerpo y esto nos ayudará a generar un sentimiento de relajación y felicidad.
Las emociones bien gestionadas nos ayudan a vivir el día a día y resolver las dificultades o las cosas buenas que nos pasan a lo largo del día.
Si escuchamos nuestras emociones, aunque muchas veces nos cuesta, podremos ver aquellas sensaciones que nos representan aquellos aprendizajes que tenemos que hacer.
Las emociones son indicadores de cambios, sentir lo que nos gusta y lo que no nos gusta nos ayuda a avanzar con seguridad.
Mi agradecimiento a Montse Vallès por su colaboración

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